El síndrome metabólico está conformado por una serie de factores de riesgo, como la hipertensión arterial, la displidemia, la intolerancia a la glucosa por la resistencia a la insulina y la obesidad visceral, elevando la probabilidad de padecer enfermedad cardiovascular.

La presencia de un síndrome metabólico se relaciona con un incremento significativo de riesgo de diabetes, enfermedad coronaria y enfermedad cerebrovascular, con disminución en la supervivencia, en particular, por el incremento unas 5 veces en la mortalidad cardiovascular.

Oficialmente, el término síndrome metabólico surgió en 1988, cuando Gerald Reaven, durante su Conferencia Banting ante la Asociación Americana de Diabetes, llamó “síndrome X” a la frecuente asociación de hipertensión arterial, alteración en la tolerancia a la glucosa, trastorno en el metabolismo de los lípidos y resistencia a la insulina y adjudicó a ésta ser el mecanismo fisiopatológico común.

En  1999,  el  grupo  dedicado  a  la  investigación  en  diabetes  mellitus  de  la  Organización Mundial de la Salud, al publicar su definición funcional, decidió usar el nombre de “síndrome metabólico” para  el  síndrome  X  de  Reaven, pues se cree que al ser endocrinólogo, no estaba familiarizado con la bibliografía cardiológica porque  el  término  “síndrome  X“  había  sido acuñado por Kemp en 1973 para describir al síndrome anginoso con arteriogramas coronarios normales.

La definición de la Organización Mundial de la Salud considera que hay evidencia que cita a la resistencia a la insulina como el factor causal común de los componentes individuales del síndrome metabólico; aunque, aparentemente,  hay  una heterogeneidad  en  la  fuerza  de  la  relación  de  la  resistencia  a  la  insulina con los diferentes componentes; cada uno es un factor de riesgo cardiovascular, pero en combinación son mucho más potentes, lo que indica que el tratamiento no debe enfocarse únicamente al control de la glucosa, sino incluir también estrategias para reducir los factores de riesgo cardiovascular, porque está bien documentado  que  las  características  del  síndrome metabólico pueden existir incluso 10 años antes del diagnóstico de alteraciones glucémicas.

El síndrome metabólico con tolerancia normal a la glucosa identifica a sujetos en un grupo de riesgo  muy  alto  de  padecer  diabetes  mellitus no insulinodependiente (tipo 2), por lo que el tratamiento enérgico temprano puede repercutir en la prevención de la diabetes mellitus 2 y la enfermedad  cardiovascular.

Las características generales del síndrome metabólico incluyen:
1.  Distribución  anormal  de  grasa  corporal: la obesidad central es la que más se asocia con síndrome  metabólico  y  es  la  que,  independientemente, se relaciona con todos los demás criterios; en términos clínicos se manifiesta con aumento de la circunferencia de cintura.
2.  Resistencia a la insulina: existente en la mayor parte de los casos; se asocia fuertemente con  otros  factores  de  riesgo  metabólico  y  correlaciona  de  manera  invariable  con  el riesgo cardiovascular. Sin embargo, no se ha podido establecer una relación firme con la hipertensión  arterial;  los  mecanismos  que unen  la  resistencia  a  la  insulina  y  la enfermedad  cardiovascular  deben  seguir  siendo investigados.
3. Dislipidemia aterogénica: aumento de triglicéridos y disminución del colesterol HDL
4.  Aumento  de  la  presión  arterial: se asocia estrechamente con obesidad e intolerancia a la glucosa y con frecuencia afecta a personas con resistencia a la insulina.
5.  Estado proinflamatorio: aumento de la pro-teína C reactiva
6.  Estado protrombótico: aumento del inhibidor del plasminógeno 1 y fibrinógeno.

Fuente: Medicina Interna de México

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